miércoles, 12 de abril de 2017

Yo también lloré por la dichosa selectividad.

Todavía recuerdo la famosa "Selectividad", aquellos días interminables de apuntes y más apuntes, miles de horas dedicadas a páginas que, probablemente, si me preguntasen ahora no tendría ni idea, noches de nervios, de qué entraría o si todo el esfuerzo que llevaba encima sería lo suficiente para conseguir aprobar y poder ir a la universidad que quería, a estudiar lo que quería. Y así, sin más dilaciones, llegó.


El primer día fue interminable: lengua, historia e inglés. Llegué a casa cansadísima, no podía ni articular palabra y solo pensaba en si podría permitirme el lujo de acostarme a las diez de la noche, aunque sabía que al día siguiente la alarma me sonaría a las cuatro, pues tenía que estudiar de nuevo. Así fueron esos tres horribles días, donde el cansancio ocupada todo mi tiempo y mi tripa me recordaba los nervios continuamente. Pasó la selectividad, la espera y llegaron los mensajes al grupo de WhatsApp, mensajes con miles de preguntas sobre si habíamos o no aprobado, y mis manos tenían un pulso que, juro que si ese día tendría que haber robado panderetas me habría salido hasta una sinfonía. Ahí estaban, mis notas, mis aprobados, lo que me abría espacio para irme a estudiar la carrera de mis sueños, y así fue, aquí me encuentro, estudiando educación social.

Ahora que escribo esto hago una pasada rápida en el tiempo, pero todos aquellos que hemos pasado por ello sabemos lo duro e injusto que es. Obviamente lo de duro no tengo que justificarlo pues ya habéis visto que no era precisamente un camino de rosas, pero lo de injusto... eso sí que tiene miga. Me parece realmente decepcionante que se tenga que mirar en tres días los conocimientos que una persona ha adquirido durante años, las horas de estudio, el sufrimiento y las lágrimas que se nos han caído por el temor a suspender, a perder esas horas y encima no conseguir el aprobado que nos abría las puertas. Como bien he dicho antes, son días en los que todos tenemos mil de nervios, y estos nos pueden jugar una mala pasada y es una lástima que en horas tengas que dar todo lo que creen que es apropiado, porque claro, no olvidemos que la raíz cuadrada de pi es aquello que usamos a diario y que no importa que sepas mucho o poco, que lo que importa es que pongas lo que ellos quieren que pongas. Claro, no hablemos del comentario de lengua, sí, "objetivos" tenían que ser... que irónico. Mi profesora en el momento que empecé a practicar para selectividad solo se remitió a decirme " da igual tu opinión, importa tu impresión, que te mantengas al margen, que no especifiques, pues no sabes quién te corregirá".

El día que este país entienda que en tres, ocho, o siete días no se puede medir la capacidad de una persona, ese día, dejaremos de tener personas haciendo carreras que detestan solo por convalidar cuatro asignaturas, y empezaremos a tener personas disfrutando de lo que hacen, porque como un sabio dijo " Si te gusta tu trabajo, no trabajarás ningún día".

¡RECUERDA, NO HAYA NADA MEJOR QUE SENTIRSE LIBRE!

2 comentarios:

  1. ¡Hola Arantxa!
    Esta tarde visitando tu blog me he topado con esta entrada sobre la Selectividad y me ha provocado recordar esos días tan intensos para tí al igual que me pasó a mí, aunque yo te aseguro que me encontraba mucho más tranquila (jajaja). Me ha gustado la "crítica y conclusión" que has sacado al respecto. En mí opinión la Selectividad ha sido una etapa más que hemos superado y la que te va a valer para abrir otras puertas en tu futuro profesional. Como tu claramente has expuesto en el final de tu entrada, estoy de acuerdo contigo, ya que no podemos exigir a los jóvenes medir lo que ha aprendido a lo largo de los años escolares en tres días.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por dedicar unos minutos a mis palabras. La verdad es que no pongo en duda que estuvieses más tranquila, pero es muy injusto como también repites. Un saludo y gracias nuevamente.

      Eliminar